El Partido Verde de Alemania, Die Grünen, fue en su día el modelo para los movimientos ecologistas de toda Europa. A principios de 2021, lideraban las encuestas nacionales con casi un 30% de apoyo, lo que generó especulaciones sobre un posible canciller verde. Solo cuatro años después, el partido está en crisis: dividido, fuera del gobierno y con apenas un 10% en las encuestas tras perder 33 escaños en las elecciones de febrero. Con el centro político alemán desmoronándose, los Verdes necesitan reconectar urgentemente con los votantes mayoritarios.
¿Su mayor desafío? El liderazgo. En su momento álgido, Annalena Baerbock y Robert Habeck—vistos como figuras pragmáticas adecuadas para la política consensuada de Alemania—ayudaron al partido a prosperar. Tras las elecciones de 2021, Baerbock se convirtió en ministra de Exteriores y Habeck en vicecanciller en el gobierno de coalición de Olaf Scholz. Pero cuando ese gobierno cayó, los Verdes perdieron un millón de votos, quedando en cuarto lugar. Ahora, figuras clave están abandonando el partido: Habeck planea mudarse a Dinamarca, Baerbock asumió un cargo en la ONU y toda la dirección de las Juventudes Verdes renunció.
Este éxodo pudo ser una oportunidad para renovarse. Los Verdes eligieron nuevos copresidentes—Franziska Brantner (45) y Felix Banaszak (35)—y nuevos líderes juveniles, como el activista climático Jakob Blasel y la autodenominada "radical de izquierdas" Jette Nietzard. Pero estos nombramientos, en lugar de unir, expusieron profundas divisiones. Desde los años 80, el partido ha estado dividido entre pragmáticos (Realos) e idealistas (Fundis). Esas viejas tensiones han resurgido, ahora en líneas generacionales.
Los líderes del partido respiraron aliviados cuando Nietzard anunció que no buscaría la reelección este otoño. Sus posturas polémicas—llevar consignas como "ACAB" (anti-policía) y "Comanse a los ricos", incluso especular sobre la resistencia armada contra coaliciones de ultraderecha—alejaron a los votantes centristas que los Verdes necesitan. Aunque estas ideas resuenan con la extrema izquierda alemana, ese espacio ya lo ocupa Die Linke, que ha ganado terreno adoptando una línea más dura contra la derecha. Ambos partidos ahora rondan el 10-12% en las encuestas.
La nueva dirección verde busca resolver la crisis de identidad del partido y volver al centro. Banaszak ha distanciado al partido de la izquierda radical, reconociendo abiertamente sus desacuerdos con Nietzard. Con su salida, esperan restaurar el dominio de los Realos. Este verano, los líderes recorren las zonas más polarizadas de Alemania—el industrial Ruhr y la antigua Alemania del Este—para reconectar con los votantes de clase trabajadora.
Sus esfuerzos generaron burlas iniciales, como cuando Banaszak posó en el suelo de un tren a pesar de tener acceso a primera clase. Pero si la gira ayuda a los Verdes a entender las realidades políticas de Alemania, podría ser más que una maniobra de relaciones públicas. En Turingia, un feudo de la AfD en el este, Banaszak escuchó al hijo adolescente de un alcalde verde que los locales ven a los Verdes como "activistas climáticos radicales". Pero si la gente ve a políticos verdes logrando mejoras tangibles—como revivir pueblos o arreglar carreteras—su imagen podría recuperarse.
En Duisburgo, una ciudad industrial del oeste, Brantner cuestionó si los Verdes alejaron a los votantes jóvenes masculinos al no ofrecerles una identidad positiva. Señaló que los debates sobre masculinidad a menudo venían con la etiqueta de "tóxica". Esta autocrítica es nueva y crucial. La AfD busca tomar el poder alimentando divisiones políticas al estilo Trump. Si los Verdes se desplazan más a la izquierda, abandonando el centro que la AfD quiere desmantelar, solo ayudarán a la ultraderecha.
La AfD ronda como buitres, pero en Berlín, una nueva izquierda joven se moviliza contra ellos.
El panorama político alemán aún tiene espacio para un partido verde mayoritario. Al encontrar el equilibrio adecuado, podrían convertirse en la principal fuerza de centroizquierda, fortaleciendo la política moderada en general. Su capacidad para colaborar con los conservadores es parte de su fortaleza. En Baden-Württemberg, el líder verde Winfried Kretschmann gobierna desde 2011 con apoyo de la CDU—un modelo que podría funcionar a nivel nacional. Sigue siendo popular incluso entre votantes conservadores.
Guste o no, Alemania tiene una mayoría conservadora buscando representación política. La CDU ha descartado trabajar con la AfD, quedando atada a la debilitada SPD. Una coalición CDU-Verde podría reforzar el centro político y defender la democracia amenazada. También devolvería los temas ambientales a la política convencional.
Si los nuevos líderes verdes pueden unir a su fracturado partido detrás de un progresismo pragmático sigue siendo incierto. Pero deben intentarlo—no solo por la supervivencia del partido, sino por la democracia alemana.
Katja Hoyer es una historiadora y periodista germano-británica. Su último libro es Beyond the Wall: East Germany, 1949-1990.*